miércoles, 26 de febrero de 2025

La chica de nieve, Javier Castillo

 


Kiera Templeton, una niña de tres años, desaparece en la cabalgata de Acción de Gracias. Una explosión de confeti es suficiente para que su padre la pierda de vista un segundo. ¿Así sin más? ¿Nadie ha visto nada? Solo encuentran unos mechones de pelo y la ropa que llevaba puesta. Mucho eco en la prensa pero sin resultados.

Años después, cuando la pequeña hubiera cumplido ocho años, sus padres reciben una cinta de vídeo con un minuto de grabación de la niña jugando y, después, solo ruido blanco en la pantalla, como nieve… Esto solo consigue aumentar el sufrimiento de unos padres desesperados. ¿O es una nueva esperanza de encontrarla al saber que sigue viva?

Miren Triggs, estudiante de periodismo, decide investigar el caso mientras lucha con sus traumas y fantasmas del pasado. ¿Logrará dar con el paradero de la niña y salir indemne?

La novela alterna la primera persona (el punto de vista de Miren) con la tercera persona del narrador que conoce todos los detalles pero que solo nos va dejando conocer pequeñas pinceladas. No sigue un orden lineal, sino que va alternando fechas, acontecimientos y personajes para mantener el suspense. (¡Cuidado no te pierdas!)

Como adaptación a esta novela, Netflix tiene una miniserie de seis episodios con bastantes cambios con respecto al libro: nombres de los protagonistas, personajes nuevos y ambientación (en la serie todo pasa en España y deja atrás el Nueva York de la obra). Para los amantes de la intriga, esta historia te hará replantearte los valores morales de la sociedad y querrás seguir leyendo hasta el final para ayudar a encontrar a la pequeña.

lunes, 24 de febrero de 2025

Cien años de soledad, Gabriel García Márquez



Cuando supe que se iba a estrenar en Netflix una serie basada en la novela de Gabriel García Márquez, Cien años de soledad, tuve claro que antes de verla tenía que releer el libro otra vez. El realismo mágico que nos llegó del sur de América, es el género que más me impacto cuando era adolescente y con el que empecé a tener claro que la lectura era la actividad más placentera, evasora y plena que podía realizar para sentirme bien. Cien años de soledad fue una obra que me acompañó en esos años tan difíciles en nuestra vida y que siguió haciéndolo en los años de universidad. 

La fiebre de leer la gran obra está siendo algo generalizado y en las bibliotecas está agotado, por lo que, esperando a tener acceso a un libro físico, decidí ponerme en la cola del préstamo de una versión auditiva, hace un par de meses que lo hice y hasta hace unos días no he podido disfrutar del préstamo. Ha sido una de esas decisiones que me han sido dadas por las circunstancias y con la que no puedo estar más feliz y satisfecha. La escucha en su dialecto te hace acercarte más a los personajes y escucharlos en persona. Ese momento del día en el que me pongo los cascos, cierro los ojos y escucho las aventuras y desventuras de los Buendía en Macondo, es un momento de máximo placer en mí. 

De la obra poco puedo decir que no se haya dicho ya. El dibujo tan preciso de sus personajes, las historias inverosímiles y a la vez realistas que te transportan al Macondo más profundo. La formar de transmitir lo que sus habitantes piensan y sienten que hace que los actos más brutos e irracionales te parezcan los más lógicos y que no podrían solucionarse de otra forma. Una obra universal que el ser humano tiene la inmensa suerte de tener a su alcance. 

De la serie poco puedo decir porque todavía no la he visto, pero espero que me haga sentir un 1 por ciento de lo que la novela te puede llegar a transmitir. 


Brígida Huete Sánchez Miguel 

Profesora de Lengua castellana y Literatura en el IES “Guadiana”, Villarrubia de los Ojos. 

La Tierra Media en dos visiones: La pluma de Tolkien y la lente de Peter Jackson


Hay historias que trascienden el tiempo. No son solo relatos, sino ecos de algo más profundo, algo que resuena en lo más hondo de nuestra alma. El Señor de los Anillos es una de esas historias. No es solo una novela, ni simplemente una trilogía de películas: es una puerta entreabierta a un mundo que parece más real que el nuestro, un susurro de antiguas leyendas que ha viajado a través de generaciones.

La obra de J.R.R. Tolkien, forjada con la precisión de un filólogo y la pasión de un narrador ancestral, nos regala un universo donde la luz y la sombra bailan en un equilibrio eterno. Medio siglo después, Peter Jackson intentó capturar esa esencia en celuloide, creando su propia visión de la Tierra Media. Pero, ¿se puede encerrar la inmensidad de un mito en la estrecha franja de una pantalla?

Como bien podría decir mi compañero Julián Maestre: "Algunas historias no se leen ni se ven, se habitan. Y Tolkien no escribió un libro: esculpió un mundo en la memoria del tiempo.”

Leer El Señor de los Anillos es como recorrer un sendero entre bosques milenarios. Cada paso está impregnado de historia, cada rincón susurra antiguas canciones. Tolkien nos invita a caminar a su lado, a detenernos para escuchar el murmullo de los sauces, a sentir el peso del tiempo en las piedras de Gondor.

Jackson, en cambio, nos sumerge en una cabalgata desbocada. La épica se impone sobre la contemplación, la urgencia domina la narración. No es un defecto, sino la exigencia del medio: el cine necesita movimiento, tensión, dinamismo. Y, aun así, Jackson logra lo impensable: convertir la riqueza narrativa de Tolkien en un espectáculo visual sin perder la esencia de la historia.

El Frodo de Tolkien es un hobbit atrapado en la inevitabilidad de su misión. Su heroísmo es silencioso, su lucha es interna, y el Anillo lo consume lentamente con gestos casi imperceptibles.

En la pantalla, Elijah Wood nos muestra un Frodo más frágil, más vulnerable. Su sufrimiento es visible desde el principio, su carga es palpable. Jackson no lo cambia, lo amplifica, llevándolo al extremo para que cada espectador pueda sentir su dolor.

Aragorn, en la novela, nunca duda de su linaje. Es un rey aún sin corona, pero con la certeza de su destino. Su grandeza está en la humildad, en servir antes que gobernar.

Pero Jackson nos muestra a un Aragorn distinto: un hombre que huye de su destino, que teme convertirse en lo que está destinado a ser. Su evolución lo vuelve más humano, más cercano, más moderno. Un héroe que lucha no solo contra el enemigo, sino contra sí mismo.

Si hay un personaje que viaja sin cambios entre el papel y la pantalla, es Gollum. Es la tragedia encarnada, un ser desgarrado por su obsesión y su dualidad interna.

Aquí, la trilogía de Jackson brilla con una intensidad única. Gracias a la tecnología y a la inigualable actuación de Andy Serkis, Gollum cobra vida con una expresividad que traspasa la pantalla, convirtiéndose en una de las adaptaciones más fieles de la saga.

Tolkien narra las batallas como un cronista de la historia. La guerra es vasta, pero los detalles más pequeños —una mirada de lealtad, un sacrificio silencioso— son los que realmente importan.

Jackson, en cambio, nos sumerge en el fragor del combate. Sus batallas son monumentales, casi coreográficas. La Batalla del Abismo de Helm es una sinfonía de caos y heroísmo; la carga de los Rohirrim en los Campos del Pelennor es un grito de gloria y desesperación.

Tolkien nos deja un final agridulce. La victoria no devuelve la inocencia perdida. La Comarca ha cambiado, los héroes han cambiado, y Frodo, marcado para siempre, ya no puede encontrar paz en el mundo que salvó. La despedida en los Puertos Grises es un eco de nostalgia, un recordatorio de que todo viaje deja cicatrices.

Jackson, aunque fiel a la esencia, acentúa la emoción. La despedida se alarga, las lágrimas fluyen, la carga sentimental se multiplica. Es un final hermoso, aunque con un matiz más de película americana.

El Señor de los Anillos de Tolkien es un canto antiguo, una epopeya tejida con la voz de los bardos de antaño. La trilogía de Jackson es la misma historia contada con tambores de guerra y coros épicos, una hazaña cinematográfica sin precedentes.

No hay una respuesta única sobre cuál es mejor, porque ambas son piezas esenciales de un mismo legado. Y en ambos, la Tierra Media sigue viva.

Como bien diría yo mismo en otros tiempos:

“En el corazón de cada gran historia hay un eco que nos llama. Algunos lo escuchamos en las páginas de un libro. Otros, en la pantalla de un cine. Pero en ambos casos, el eco es el mismo: es el susurro de la eternidad.”

¿Y tú? ¿Prefieres la Tierra Media de la pluma o la de la cámara?

José Carlos Puertas de la Plaza

Nómada convertido, por un tiempo, en profesor sedentario.

jueves, 20 de febrero de 2025

Los prisionero de Colditz, de Ben Macintyre

 

 


Los almendros, como todo buen febrero, van floreciendo y apetece pasar ratos al aire libre. Un sencillo placer que no estaba al alcance de los numerosos oficiales aliados que fueron confinados entre los muros del castillo de Colditz durante la II Guerra Mundial. El castillo fue denominado, en el registro de prisiones alemanas, como “Oflag IVc”, y se reputaba como un lugar inexpugnable, del que era imposible evadirse. Además había que tener en cuenta su lejanía de la frontera suiza, por lo que las probabilidades de fuga se veían consiguientemente mermadas. Al menos en teoría.

El autor del libro es Ben Macintyre, periodista y autor de prestigio, muchos de cuyos trabajos se han adaptado como documentales para la BBC. Aunque en este libro ha abordado un tema mítico, que ya ha hecho correr ríos de tinta y ha conocido numerosas adaptaciones audiovisuales (incluso existe un juego de mesa del estilo del Monopoli), ofrece una visión rigurosa, apasionante pese a no salirse del terreno del ensayo y enriquecida con abundante material gráfico.

Colditz se puede considerar un triunfo de la inteligencia humana. Los prisioneros eran oficiales con, por lo general, un elevado nivel cultural, y pusieron a prueba su materia gris para ingeniar numerosas formas de fugarse de Colditz: confección de uniformes alemanes, excavación de túneles, acopio secreto de provisiones y otros bastimentos, falsificación de documentos... Incluso se llegó a fabricar un aeroplano de dos plazas. En la prisión eran tratados con humanidad, con arreglo a lo establecido por la Convención de Ginebra: recibían paquetes de socorro de la Cruz Roja, se les proporcionaban alimentos y prendas de abrigo, no eran obligados a trabajos forzados…

El libro tiene la cualidad de introducirnos en el día a día de los prisioneros. Aunque siempre han existido como referencia bibliográfica los relatos autobiográficos de uno de los prisioneros, el mayor británico Pat R. Reid (1910-1990), que llevan por títulos “La historia de Colditz” y “Últimos días en Colditz”, el trabajo de Ben Macintyre aventaja en claridad expositiva a aquellos, siempre desde mi humilde punto de vista. 

Colditz ha inspirado muchas adaptaciones cinematográficas. La primera de ellas data de 1955, y fue dirigida por Guy Hamilton (1922-2016), director que firmaría asimismo algunas cintas de la saga de James Bond en la década de 1970.

Particularmente, yo  recuerdo la serie de la BBC, que fue emitida a mediados de los 80 por RTVE con el título “La fuga de Colditz”. Tuvo un gran éxito entre todos los que la seguíamos, pese a que fue rodada en el bienio 1972-1974, comprendiendo dos temporadas. Con los años llegué a leerme las novelas de Pat R. Reid y adquirí el juego de mesa, por lo que se puede decir que soy un friki de la historia de Colditz, en tanto que prisión durante la II Guerra Mundial.

En definitiva, nos encontramos ante un libro que cautivará la imaginación de los que desconocen la historia y, a los que la conocemos, nos permitirá sentar una ambiciosa visión de conjunto.

Aquí tenéis el acceso al vídeo que vamos a ver en clase:


 

Julián Maestre (profesor de Física y Química en el IES Guadiana).

jueves, 6 de febrero de 2025

Mi querida Lucía, La Vecina Rubia. Libro cúpula.

 

Mi querida Lucía, La Vecina Rubia. Libro cúpula.


El mundo de la astrología es apasionante y tiene muchas aristas que merecen ser estudiadas y conocidas. Si es tu pasión y decides dedicarte a ello, tienes que graduarte en astrología. Si, además, quieres saber predecir el sino de cada persona, según su horóscopo y su fecha de nacimiento, debes especializarte en carta astral para poder trazar la carta natal de cada persona. Pero no simplemente consiste en saber el horóscopo de cada persona, sino que, además, hay que saber su ascendencia, hora de nacimiento, entorno en el que ha crecido, etc.

Lucía, protagonista de la novela, ha pasado muchos años de su vida formándose para poder ofrecer la información más fiable y certera a sus clientes. Se lo ha currado mucho para ser independiente y criar a su hija ella sola. Y lo ha conseguido. Ella y su hija viven en un modesto apartamento que les ofrece lo necesario para vivir con comodidad. Ella disfruta de su trabajo y de su entorno más cercano en una rutina tranquila y placentera.

Pero todo su mundo se altera cuando alguien se obsesiona con ella y empieza a hacerle cómplice de sus crímenes. Ante esta situación, Lucía se da cuenta de que no puede dar por hecho que otros la salvarán, que debe ser ella la que tome las riendas de su vida y luche por conservar lo que tanto esfuerzo le ha costado.

Brígida Huete

Profesora de Lengua castellana y Literatura