martes, 21 de diciembre de 2021

El día que se perdió el amor (Javier Castillo)

 Javier Castillo explora los límites del amor en esta novela: “A veces el amor te pone en el camino equivocado para que sepas cuanto duele”. A pesar de su título, no debemos dejarnos engañar, pues no se trata de una novela romántica sino de un thriller psicológico.

¿El destino está escrito? ¿Somos realmente libres de elegir? ¿Cómo puede la mente ser manipulada por otros? Estas cuestiones y sus interesantes respuestas son parte del hilo argumental de esta novela. 


Javier Castillo, a través del inspector de policía Bowring, nos guiará a través de una telaraña de vidas enlazadas que tienen como punto común las actividades de una misteriosa secta: “Los siete”. 

Sin duda, el desenlace no dejará indiferente a ningún lector, que se enfrentará a un cuadro de realidades en la misteriosa casa de Salt Lake, donde podremos comprender las reacciones de los personajes finales dado su recorrido psicológico a lo largo de toda la historia.

“El día que se perdió el amor” es la segunda novela de la primera bilogía de este escritor, un libro apasionante y altamente recomendable con una lectura ágil y sencilla.


Autora de la entrada: Soledad Rodrigo Peco

lunes, 20 de diciembre de 2021

Ana la de Tejas Verdes (Lucy Maud Montgomery)

¿Quién no ha oído hablar de Ana, la de Tejas Verdes? Una criatura dulce, apasionada, curiosa, enternecedora, soñadora... La protagonista de una de las novelas clásicas de la literatura canadiense no ha dejado de enamorar a generaciones desde que su autora la lanzó en brazos del público en 1908. Una autora, Lucy Maud Montgomery, que tenía mucho que ver con Ana y que supo transmitir la ternura y la ilusión por una vida mejor.


Ana la de Tejas Verdes trata del tránsito de la niñez a la adolescencia en una aldea de la Isla de Príncipe Eduardo, de donde era natural la autora. La protagonista, una niña pecosa y pelirroja de 11 años, llega por error al hogar de dos hermanos ya mayores, Mathew y Marilla, parcos en palabras, con un carácter duro pero una visión sencilla de la vida. Con Ana llega el sonido a una casa construida hasta ese momento de silencios, llegan la vitalidad y los sueños. Gracias a ella conocemos a otros habitantes del pueblo: Rachel Lynde, la típica vecina cotilla; Diana, la dulce niña bien, junto con el grupo de amigas; Jerry, el mozo de la granja... y Gilberth Blythe, un muchacho al menos tan inteligente como Ana, que sabe ver en ella desde el principio lo que otros no ven.

En Ana... asistimos al despertar a la vida, vivimos el surgimiento de la amistad, del amor... Ana crece en un modelo distinto de familia, que se nos presenta como totalmente válido. Como ocurre en El Quijote, unos personajes van tomando un poco de otros... La transformación de los dos hermanos, convertidos en padre y madre adoptivos, es sensacional: un cambio que se va construyendo poco a poco, pero de manera irreversible.

Las descripciones son en esta novela también de una riqueza asombrosa. L. M. Montgomery es capaz de transmitir sensaciones, perfumes, colores... con una gran precisión. Son descripciones largas, pausadas, que obligan a detenerse e imaginar, un poco como si la propia Ana nos hablara al oído.

Precisamente la forma de hablar de Ana es otra de las grandes características de la obra: sus palabras voluptuosas, rimbombantes, que hablan de realidades imaginadas, que siempre encuentran la retahíla perfecta para embobarnos y seguir leyendo (escuchándola) sin descanso. Peroratas a las que cuesta acostumbrarse pero de las que, como Marilla, los lectores nos convertimos adictos.

Ana la de Tejas Verdes (que tendría sus secuelas hasta desembocar en la vida de sus hijos, nada menos) ha tenido múltiples adaptaciones a televisión. La última, absolutamente fantástica, a cargo de Netflix, con bastantes licencias sobre la obra original pero que, sin embargo, resulta bastante fiel, pues han logrado captar el ambiente y la ternura que desprende la novela de L. M. Montgomery.

El lenguaje de Ana... quizá sea un poco elaborado para adolescentes, aunque pueden desentrañarlo con un poco de ayuda; pero, sin duda, es absolutamente delicioso para adultos. La edición ilustrada de Edelvives es también un regalo para el tacto y los ojos, una edición de lujo a la altura de una novela grandiosa.


Autora: Patricia Vera García

viernes, 17 de diciembre de 2021

Lo último que verán tus ojos (Isabel San Sebastián)

Una obra de arte, una familia judía que sucumbió a la desgracia del holocausto, una subasta,… Isabel San Sebastián muestra en esta novela su trabajo más ambicioso. Perfectamente documentada, hace alusión a determinados hechos históricos que narra con gran conocimiento del tema y sobre todo del espacio en que transcurren.


Los protagonistas: un taxista de Nueva York y una experta en arte. Philip y Carolina tratan de descubrir la historia de una pintura que en el pasado pertenecía a la familia del protagonista y fue expropiada por los nazis. Las indagaciones que realizan en diversas ciudades (Nueva York, Budapest, Madrid, Toledo,…) y los numerosos personajes que van colaborando en su búsqueda, van dando cuerpo a esta trepidante historia que permitirá a Philip conocer las atrocidades que rodearon a su familia. Historia, arte, acción, romance, diplomacia… se dan cita en esta novela que me ha cautivado desde el principio hasta el final.


Autora de la entrada: Ana Belén Sepúlveda

jueves, 2 de diciembre de 2021

Madrid, de Andrés Trapiello






Para este mes de diciembre, queridos amigos del IES GUADIANA, he elegido “Madrid”, de Andrés Trapiello.
Pese a lo que su título parece sugerir, “Madrid” no es una guía al uso. Es nostalgia, sentimiento, admiración por una ciudad que en el último medio siglo no ha dejado de transformarse. El poder evocador de las palabras, la semblanza antigua de las imágenes, hacen de esta lectura algo muy aprodiado para disfrutar en horas crepusculares, cuando el otoño gime entre las últimas hojas de los árboles.
En mi caso particular, me he sentido identificado con las anécdotas referidas en el libro, pues mi juventud y mis años de formación transcurrieron en Madrid. Es la ciudad donde nací y a la que regreso muy alegremente con bastante frecuencia. Sé lo que es escuchar los suspiros de la vida en los jardines de Sabatini, las mañanas de sábado lluviosas bajo los soportales de la Plaza Mayor, tardes de adolescencia solitaria en la biblioteca del Ateneo de Madrid (pues, aunque os cueste creerlo, a causa de una mentirijilla, yo fui el socio más joven de la historia de esta venerable institución). Madrid, como cuenta Andrés Trapiello, es una ciudad que se mete en la sangre de quien la patea. Hermosos recuerdos de la Costa Fleming, de las tranquilas calles de la Alameda de Osuna, de la Cuesta de San Vicente, que, desde el arranque de Plaza de España, inicia un romántico periplo hasta la estación de Príncipe Pío. El Manzanares, el río que nunca fue río, espejando celajes olvidados por los paseos de la antigua pradera de San Isidro, retratada magistralmente por Goya. Todavía habrá pájaros cantando en las enramadas del Paseo de las Acacias. ¿Y el Rastro, la Cuesta del Moyano, las arboledas del Retiro, la Plaza de Santa Ana, los altos de la Moncloa, los escaparates navideños del barrio de Salamanca, el lago de la Casa de Campo…? Huellas que quedan como grabadas al acero en las páginas del hermoso libro de Andrés Trapiello.
Y es que el autor, ajeno a las modas literarias y conocedor de múltiples fracasos, escribe con el placer y la libertad del que contempla la vida sin temor, las grandes batallas ya fueron libradas, quedan las cicatrices y resplandecen las últimas ilusiones del atardecer de la vida.
Madrid viene de “Majerit”, una palabra que procede del árabe “Mayrit”, que significa literalmente “Arroyo matriz”. El agua de Madrid tiene la particularidad de ser la segunda mejor de Europa, después de la de Roma… Ahora que lo pienso, esto da para una clase de Química.
Leed este libro, porque es un caso raro, con tanto bestseller suelto, en el que leer y sentir constituyen un mismo concepto.

Julián Maestre, profesor de Física y Química en el IES GUADIANA.