martes, 28 de febrero de 2023

Canta Irlanda de Javier Reverte. Editorial Plaza & Janés


Yo, José Carlos Puertas de la Plaza, de cincuenta y tres años, profesor en un instituto de la tierra de Don Quijote,  amo Irlanda y ese amor idílico empezó como un amor a distancia, una cita a ciegas de la que solo tenía una pequeña imagen de una webcam situada en la calle principal del Temple en Dublín.

Muchas mañanas, en mi casa de Madrid, encendía mi viejo portátil  y observaba embelesado las luces brillantes de neón en una atmósfera cargada de fina lluvia y humedad. 

Irlanda  el país que acoge a todos los melancólicos, los que buscan perderse, a los que la vida se les ha desenfocado y necesitan salir de plano. Y bueno si, luego está aprender inglés, que es la excusa perfecta para salir pitando a por una Guinness y pegar la hebra con un irlandés al que, sobre todo, no entiendes ni palabra, pero que tras un par de pintas te pasa el brazo por el hombro y te cuenta su último desengaño amoroso o historias de fantasmas y orgullo céltico. 

Y eso es Irlanda, un país que tiene una lira en su bandera, tierra de poetas malditos, de escritores de servilletas, de ahoga-penas y héroes que lucharon contra la pérfida Albión. Porque todo irlandés lleva en su interior a un Ulises, un John Wayne que mientras celebra San Patricio, sueña con regresar a su imagen idílica de una tierra verde y fértil, y besar a su pelirroja.

Javier Reverte, como amante de las letras y los viajes, persigue a los escritores en esta tierra de música y poesía, y entre lo más celebrado de Dublín está el Bloomsday , un paseo por los rincones que Leopold Bloom recorre en la novela “Ulises” de James Joyce, y que se celebra cada 16 de junio desde 1954.

Irlanda es un país que celebra a sus escritores, por encima de reyes y políticos de turno.

El viaje que se nos plantea continúa por la frágil Irlanda del norte, donde Belfast es la punta de un iceberg en el que la violencia soterrada y la calma tensa solo espera un pequeño detonante para estallar. Una ciudad de violencia, pero también de música y letras escogidas.
El recorrido continúa en las islas Aran, y ahí la cosa ya va en serio. Un terruño azotado por vientos huracanados, borrascas que van entrando una tras otra como las colas del paro en las oficinas del Inem, hombres de nombre Paddy que no han utilizado un abrebotellas en su vida y nula conexión con la civilización entendida como todo occidental la entiende. Encanto tiene, recio, pero lo tiene.
El viajero/escritor, repasa la vida y milagros de inmensos escritores de la talla de Oscar Wilde, William Yeats, o Samuel Beckett, que curiosamente murieron fuera de Irlanda. En definitiva, un libro que te gustará si te gusta la Guiness, el trébol Shamrock, el color verde, o la música en vivo de viejo pub de madera.
Por mi parte, después de muchos años sueño con volver a vivir Irlanda en largas temporadas de lluvia tenue. Mientras tanto me conformo con una de las mejores cosas que ha parido esa tierra. La música de The Dubliners.



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