sábado, 21 de enero de 2023

"Las tinieblas y el alba", de Ken Follet

 Leí hace unos veinte años “Los pilares de la Tierra”, de Ken Follet, y durante años fue mi libro preferido. Siempre he elegido novelas largas, pero lo que sobre todo me cautivaba era asistir a la cantidad de trampas que la vida puede poner a un personaje decidido a sobrevivir. Creo que esta es la constante en la obra de Ken Follet, al menos en esta ya tetralogía y en la trilogía del siglo XX.


En “Las tinieblas y el alba”, la precuela de aquella novela que me cautivó en la adolescencia y me facilitó bastante las clases de Historia del Arte, la trama es más simple que en otras y los personajes son eminentemente dicotómicos. Hay buenos y malos, perfectamente alineados en un bando y en otro, y el resto se debate entre ser marionetas de otros y sobrevivir de la manera más digna posible. A los malos (las tinieblas) les mueve el poder y la venganza. Nada nuevo bajo el sol. Los buenos (el alba) ejemplifican ese cambio de era que todavía estaba lejos de producirse. Cada personaje perverso de un estamento tiene su reflejo en otro mucho más luminoso. El alba está conformada por Ragna, una noble que busca mejorar la vida de las personas y que se suma al elenco de mujeres fuertes que pueblan las miles de páginas del autor; Aldred, un monje que busca el progreso y el saber; y Edgar, el prototipo, constante en la obra de Follet, de joven talentoso que supera cualquier adversidad y sale fortalecido.

La narración no puede ser más tradicional: los héroes superan los obstáculos que traman contra ellos los antihéroes hasta el punto de ver peligrar sus vidas y, más dramático aún, aquello en lo que creen. Si no fuera por sus cerca de mil páginas, sería perfecto para tomarlo de ejemplo en clase de cómo se construye un texto narrativo, que engancha precisamente por la duda por parte del lector de si tanta tragedia e indignación puede seguir superándose a sí misma.

Además, esta obra describe perfectamente cómo era la vida diaria en la Edad Media, en Inglaterra. Nos enseña un mundo muy alejado del nuestro, pero en el que las incidencias que agitan las vidas de los personajes siguen siendo las mismas, mil años después, que nos sacuden a las gentes de hoy. La avaricia, el poder, la corrupción, la violencia (especialmente contra las mujeres)… En Follet, esos males incombustibles se hacen palpables y dejan de ser algo alejado de la esfera cotidiana para marcar, para bien y para mal, los destinos de cualquier hijo de vecino. Es inevitable reconocerse en esa vida cotidiana, sucia y dolorosa, que se narra en “Las tinieblas y el alba”, del mismo modo que es inevitable verse reflejado en unos personajes que siempre salen adelante y a los que el tiempo termina por darles la razón.

 

Patricia Vera García, profesora de Lengua castellana y Literatura del IES Guadiana.

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