En la sociedad actual, la ciencia es un instrumento indispensable para comprender el mundo que nos rodea, así como los avances tecnológicos que se producen constantemente y que, poco a poco, van transformando nuestras condiciones de vida, en relación con el desarrollo de actividades responsables ligadas a la vida, la salud, los recursos naturales y el medio ambiente. Por eso, los conocimientos científicos se integran en el saber humanístico, que debe formar parte de la cultura básica de toda la ciudadanía.
Rachel Carson lo sabía ya en 1962 cuando publicó La primavera silenciosa; el primer libro de divulgación científica sobre el impacto ambiental que advertía de los efectos perjudiciales del uso de pesticidas, en concreto el DDT. La conspicua científica era también una brillante escritora, lo que favoreció la difusión de su libro, creando conciencia ecológica colectiva en la población que entendió que la primavera se había quedado sin voces, y en última instancia provocó la prohibición del uso del DDT.
Tuvo muchos enemigos, pero como detalla en su libro; los beneficios del DDT se conocían, pero no los problemas que ocasionaban su utilización sin control. Cuando se legisló a favor de la prohibición del uso de DDT se produjo un aumento de casos de malaria, por lo que recibió duras críticas. Carson, en La primavera silenciosa remarca, que no se opone a la utilización de insecticidas para el control de enfermedades infecciosa, únicamente pidió más vigilancia en su uso. Vigilancia en un sentido científico.
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