domingo, 7 de abril de 2019

Guardia nativa, Natasha Tretheway Título original: Native Guard Traducción, prólogo y notas de Luis Ingelmo Bartleby Editores, 2009



Decía Oscar Wilde que “el único deber que tenemos con la historia es rescribirla” porque, de alguna manera, y ésta es una opinión mía, somos lo que fuimos y seremos mejor en tanto no olvidamos, aunque los demás nos olviden. Este pensamiento cabría para resumir Guardia nativa, tercer poemario escrito por la norteamericana Natasha Trethewey (Misisipi, 1966) y que obtuvo en 2007 el Premio Pulitzer de Poesía. Desde mi punto de vista, el encanto de este libro es doble. Por un lado, conecta lo particular -el recuerdo y recuperación de la madre de la autora- con lo general, la reintegración de la raza negra en la historia de los Estados Unidos. Esta conexión presupone que el conjunto de poemas se erige en el testimonio de una mujer enterrada sin nombre en la lápida (la madre de Tretheway) y en el de los soldados de la Guardia nativa de Luisiana, cuyos nombres fueron borrados en las referencias patrióticas de la Guerra de Secesión americana. Y en los dos casos el motivo del olvido fue el mismo: su condición de afroamericanos. Por otro lado, Tretheway realiza una pirueta fabulosa combinando la métrica y formas de la tradición, espléndidos sonetos, villanelas o canciones populares italianas con los más contemporáneos recursos del verso libre. Pero el resultado no es un pastiche, al contrario, es tremendamente conmovedor. ¿Por qué merece la pena leer este libro? Por muchas razones, pero sobre todo porque la historia también deben escribirla los que pierden, los diferentes, los que la mayoría de las veces no tienen voz. Porque es una enseñanza en los valores de humanidad, integración y respeto. El libro comienza con una dedicatoria a Gwendolyn Ann Turnbough, nombre de soltera de la madre de Tretheway, y con un poema que actúa como pórtico titulado “Teorías del tiempo y del espacio”. Tretheway nos embarca en un viaje hacia Ship Island en Misisipi, un espacio real donde se situó la base de los regimientos de oficiales negros de la “Guardia nativa” de Luisiana pero, a su vez, mítico porque es el camino de su propia memoria, la de sus ancestros, la memoria racial de su propia madre y de ella misma:

[...]...En el muelle 
en que embarques hacia Ship Island
 alguien te sacará una foto:
 la fotografía -quien eras-
te estará esperando a tu vuelta.

La obra se divide en tres partes. En la primera sección desarrolla diez piezas en las que traza una elegía, un canto fúnebre con el ritmo del blues, como fondo, en recuerdo de su madre. Son escenas que comienzan en 1959 en el trayecto ferroviario de Misisipi a California “The Southern Crescent” con una madre adolescente que, vertiginosamente, se nos presenta ya en el tercer poema “Blues del camposanto” en su ausencia física:
 El día entero llovió cuando allí la enterramos;
 de la iglesia a la tumba donde al fin la dejamos.
 […] Entre muertos, sus nombres deambulo ahora:
 el de mi madre para mí almohada marmórea .

No es gratuita esa metáfora de la almohada marmórea porque la figura materna está presente de forma mítica en el sueño, tal y como vemos en el poema homónimo “Mito”: 
Mas vives en sueños.
 Llevarte deseo, no perderte.
 Muerta otra vez mañana. 
El Erebo en que te encierro
 -aún lo intento-
que se abre entre mi vigilia y mi sueño. 
Te cuelas por un hueco, una quebrada. 
Yo dormía mientras tú estabas muriendo.

La segunda sección comienza con un verso de la letra de “Maldito Misisipi” de Nina Simone (1964, Verve Records) y se compone de cuatro poemas largos, uno de ellos es el que da el título al libro “Guardia nativa”. Constituyen el núcleo histórico referido tanto a las condiciones de vida de la población negra en las plantaciones de algodón (“Escenas de la historia documental de Misisipi”), como a los soldados negros de la Guerra de Secesión. Y, a través de estas pinceladas, Natasha Tretheway persigue testimoniar la verdad: “La verdad sea dicha, no quiero olvidar nada/ de mi vida anterior: del paisaje el canto del esclavo”. La tercera parte arranca con una estrofa que el poeta Walt Whitman dedica al Sur y contiene once composiciones. Pasamos, de nuevo, del relato histórico general al particular. Tretheway nos desvela su biografía, desmenuzando esos pedazos del sur, dolorosos y plagados de prejuicios racistas: la prohibición de los matrimonios mixtos (“Mestizaje”) como el de su madre (condenada al eufemismo “coloured” o “de color”) con su padre, un blanco canadiense; las vicisitudes lingüísticas en las referencias a la población negra (“Mi madre sueña con otro país”) y la manipulación en los textos escolares sobre el tema de la esclavitud, según recuerda la autora de su paso por las aulas en “La Historia del Sur”: 

Antes de la guerra eran felices,
 dijo citando el libro de texto
 (Secundaria, el último año, clase de Historia).
 Esclavos vestidos, alimentados
 y sin duda mucho mejor al cuidado del amo.

Sin duda, una obra que es la oportunidad perfecta para observar ese país de contrastes, como es Estados Unidos, con una perspectiva crítica que no te dejará indiferente. 


© Antonia Huerta Sánchez, profesora de Ámbito Lingüístico-Social, IES GUADIANA
 

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