Hubo
un tiempo, no muy lejano, en que la moda de leer las novelas del autor francés
Julio Verne (1828-1905) estaba muy extendida entre la juventud española, sobre
todo a raíz de las míticas ediciones profusamente ilustradas de la ya extinta
editorial Bruguera. Cualquiera de estas novelas de aventuras representaba un
sano ejercicio para entrenar la imaginación y la inteligencia, hacerse con los
rudimentos del lenguaje y conocer lugares remotos sin necesidad de salir del
salón de casa.
Con
la situación de confinamiento que padecemos, he querido leerme este libro, que
forma parte de los que aún me quedan por leer de este autor. Fue publicado a título
póstumo, y coincide con la última época de la producción del autor galo,
afectada de notable pesimismo y desconfianza en los valores humanos. A esta
hornada pertenece también El faro del fin
del mundo, otra novela en la que se ponen de relieve los extremos que puede
alcanzar la maldad humana.
Me he
leído de un tirón el libro que nos ocupa. Aparte de la siempre grata
descripción de las riberas del Danubio desde su nacimiento hasta su
desembocadura, desarrolla una trama sentimental y policiaca, llevada a un ritmo
vertiginoso, que no tiene que envidiar a los modernos thrillers que hoy saturan el mercado editorial. También es una
buena ventana para asomarse a las convulsiones políticas que azotaron la
Europa del Este durante el último tercio del siglo XIX.
Se mire
por donde se mire, Julio Verne jamás va a defraudar a sus lectores. Sus obras
permanecerán a lo largo de los siglos, a pesar de las modas. No lo dudes y lee
alguna de ellas, tengas la edad que tengas.
Julián Maestre (Física y Química).
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